viernes, 11 de enero de 2013


PORQUÉ ES IMPORTANTE EL LHAKAR: Elementos de la Libertad Tibetana


Por Tenzin Dorjee
Tibetan Political Review
10 de diciembre de 2013
 
Debajo de la ola de auto-inmolaciones que, comprensiblemente, ha llegado a dominar el discurso actual sobre el Tíbet, un trasfondo menos dramático de la resistencia está transformando el paisaje del activismo tibetano. Esta nueva fuerza es el pan-tibetano, el movimiento popular de autoconfianza conocido como Lhakar.
 
Las primeras señales del Lhakar - el nombre se traduce generalmente como Miércoles Blanco y en ocasiones como Dedicación Pura - apareció en 2008, tras el levantamiento a escala nacional contra el dominio chino. Cuatro años después de su nacimiento, el Lhakar ha producido un cambio de paradigma en la manera de conceptualizar el activismo de los  tibetanos, gracias a tres elementos clave: la des-colectivización del activismo, el “armar” a la cultura, y la adopción de la no cooperación.
 
1. Des-colectivización del Activismo
El atractivo principal de Lhakar radica en su simplicidad. Se centra en los elementos fundamentales de la libertad, las decisiones más mundanas que la gente hace en su vida cotidiana – cuándo visitar el templo, qué tipo de música escuchar, en cuál restaurante comer, en qué tienda comprar alimentos, qué lenguaje hablar en el hogar - en lugar de las decisiones más grandes que llevan una etiqueta de precio más alto.
 
En la década de 1980, era común para los tibetanos abarrotar el templo Jokhang todas las semanas a la luz de las lámparas de mantequilla, quemar incienso y orar en secreto por una larga vida para el  Dalai Lama. Estos rituales, en su mayoría religiosos y simbólicos, tenían lugar en miércoles, un día considerado propicio para el Dalai Lama. Pero la represión china indiscriminada de 2008 radicalizó a toda la nación y politizó una nueva generación de tibetanos. Casi no hubo una familia en el Tíbet, que no haya sido tocada por ella, incluso los que se quedaron en casa y esperaron que el levantamiento terminara, tuvieron algún grado de separación de alguien que fue encarcelado, desaparecido o asesinado.
 
A medida que China erradicó todas las formas de expresiones colectivas de disidencia, los tibetanos respondieron con la des-colectivización de su activismo. A través de acciones personales, tales como el uso de ropa tradicional, comer comida tibetana, escuchar la radio independiente, enseñar su lengua materna en casa; muchos tibetanos comenzaron a utilizar su espacio individual para afirmar una identidad que ha sido reprimida durante décadas.
 
En este período de fuerte carga política, los rituales que solían ser culturales, de repente se convirtieron en políticos, no tanto porque ellos le dieron a la gente una identidad tibetana, sino porque les dieron una identidad que no es china. En un juego de suma cero de la política de identidad, ser tibetano se convirtió en sinónimo de "no ser chino". Este fenómeno dio lugar a una serie de medidas prácticas que van más allá de un mero simbolismo, y, con el tiempo, más allá de los miércoles.
 
Haciendo hincapié en los actos individuales de resistencia en vez de en actos públicos de protesta, el Lhakar ha descentralizado la resistencia. Al tratar a sus hogares, lugares de trabajo y computadores como campos de batalla de la resistencia, los tibetanos están manejando sus limitadas opciones personales y las actividades diarias como una cuña para hacer palanca por un espacio social, político y económico más abierto. Un practicante del Lhakar no espera libertad por un cambio en la política o un cambio en el corazón de Beijing, sino  que a partir de sus propios pensamientos, decisiones y acciones diarios, se favorezca un mundo paralelo de libertad que va a superar la superestructura de represión de China.
 
Así, a través de la des-colectivización de activismo, el Lhakar sustenta la resistencia mediante la potenciación de la persona. De este modo, se ha convertido en una puerta de entrada al activismo en general.
 
2. “Armar” a la Cultura
Habiendo crecido en el exilio, lo primero que hemos aprendido acerca de nuestra cultura es que estaba en peligro de extinción en el país y de asimilación en el exilio. Existía la creencia de que la cultura puede sobrevivir solo a merced de la política, y la política del Tíbet dejó pocas esperanzas de supervivencia. Mi generación de tibetanos tenía una sensación de hundimiento, de que la cultura tibetana era como una flor frágil: hermosa a la vista, pero incapaz de defenderse a sí misma.
 
Sin embargo, el Lhakar está revirtiendo esta percepción de falta de poder de la cultura. Desde el surgimiento del Lhakar, un creciente número de tibetanos han comenzado a reclamar la cultura como una herramienta para luchar por mayores derechos políticos. Están utilizando el arte, la literatura, la poesía y la música tibetanos como vehículo para expresar su fe en el Dalai Lama, su amor por su patria y el deseo de libertad. Canciones con letras políticamente cargadas o videos con imágenes del Dalai Lama se convirtieron en éxitos instantáneos, vendiendo decenas de miles de copias. Este aumento en el consumo público de música y poesía tibetanas ha dado lugar a un moderno renacimiento del arte y la literatura a través de la meseta. Por primera vez en décadas, quizás siglos, los tibetanos están volviendo a descubrir cómo la cultura puede salvar a la política, en lugar de esperar a que la política salve a la cultura.
 
Esta transformación se refleja con mayor colorido en el renacimiento del entusiasmo del público por estudiar tibetano. En diversas partes del Tíbet, los ancianos y los niños se comprometen a hablar tibetano puro, quitando términos chinos de su vocabulario. En Sertha en Kham (chino: Sichuan), los ancianos entregan diccionarios gratuitos a los jóvenes. Escritores y músicos en el este de Tíbet, muchos de los cuales preferían el idioma dominante chino como medio artístico, ahora componen e interpretan en tibetano. En los restaurantes y cafés, los dueños sirven a los clientes solo cuando ordenan en tibetano. Los usuarios de Weibo escriben mensajes en tibetano todos los miércoles; los usuarios de Renren y de Facebook con regularidad publican imágenes y poemas que llevan mensajes políticos.
 
Estos son solo un puñado de historias que muestran cómo las acciones del Lhakar se multiplican en todo el Tíbet, desde Lithang a Lhasa, desde Ngaba a Rebkong, desde Sertha a Nangchen. En el arte, la poesía y la literatura, los tibetanos son capaces de pintar un área gris que no existe en el lienzo negro y blanco de la política.
 
Para una generación que creció bajo el mito de que nunca podría igualar el poder de China, nada da  más poder que darse cuenta de que el depósito inagotable de nuestra cultura está siendo finalmente “armado” con un potente conjunto de herramientas no violentas. El Lhakar ha transformado la cultura tibetana a partir de los activos congelados en capital líquido, de un cetro sagrado en una lanza de oro.
 
3. Adoptar la no-cooperación
Más de un milenio ha transcurrido desde que el budismo domesticó al Tíbet, pero nuestros instintos guerreros todavía están. Corremos a la batalla antes de calcular las ganancias y analizar los riesgos. En casi todas las leyendas tibetanas, la valentía y la acción ensombrecen la planificación y la preparación. El espacio de estrategia ocupa un lugar insignificante en el imaginario tibetano.
 
Durante décadas, la táctica predominante en la resistencia tibetana ha sido la protesta callejera. A pesar de una táctica eficaz y de bajo riesgo en el exilio, el costo de las protestas callejeras en el Tíbet es insosteniblemente alto. El simple acto de protesta conlleva la posibilidad de que les disparen y la certeza de ser encarcelados. Sin embargo, a través del énfasis del Lhakar sobre la estrategia, los tibetanos han llegado a apreciar el poder de la no-cooperación, una táctica que se presta tanto para los más atrevidos, así como para los más reacios a correr riesgos, siendo menos costosa, pero a menudo más eficaz que los actos de protesta y persuasión.
 
Desde 2008, muchos tibetanos han empezado a comer solo en restaurantes tibetanos y comprar sólo en tiendas tibetanas, lo que llevó a empresas chinas a cerrar en varias ciudades. Este “boicot no declarado” a los negocios propiedad de chinos, es  una respuesta poética a la “ley marcial no declarada” de China en el Tíbet, que invoca los principios de Gandhi de no cooperación económica.
 
Durante muchos años, los tibetanos en Nangchen (chino: Nangqen) habían estado comprando verduras a precios astronómicos a almaceneros chinos, cuyo monopolio sobre el mercado de hortalizas era indiscutible. Pero a principios de 2011, un grupo de tibetanos comenzaron a boicotear las tiendas de vegetales chinos. Su poder como consumidores se multiplicó cuando otros siguieron su ejemplo. Apenas habían pasado dos meses cuando muchas de las tiendas de comestibles chinos cerraron por falta de clientes; en su lugar, aparecieron  nuevos vendedores tibetanos de verduras.
 
Por primera vez en la historia reciente, los tibetanos están viendo cómo sus acciones individuales pueden cambiar su futuro colectivo. El discurso de la resistencia está cambiando de una condición victimizada a una que enfatiza  la creatividad y la estrategia. Hasta hace poco, la mayoría de las conversaciones empezaban y terminaban con impotencia tibetana frente a la crueldad china. Hoy en día los salones y casas de té están gestando las discusiones sobre la resistencia, la estrategia y la acción.
 
Fortalecidos por los resultados tangibles de la no cooperación, los tibetanos ya no ven la no violencia como un principio religioso que restringe la acción efectiva, sino que la ven como un arma estratégica que da rienda suelta a nuestro potencial. Como fue demostrado una y otra vez en otras revoluciones, nada puede quitar de forma más efectiva los pilares de una dictadura, que una campaña generalizada y sostenida de no cooperación.
 
El futuro del Lhakar
El otoño pasado las autoridades chinas en Sershul, el este de Tíbet, arrestaron a una mujer tibetana por vestir Chuba un miércoles. Casi al mismo tiempo, detuvieron a cientos de tibetanos por haber participado en un grupo de preservación del idioma, y a muchos otros por promover el vegetarianismo (a los tibetanos mayores les gusta imaginar que el buen karma acumulado por reducir el consumo colectivo de carne, añadirá más años de vida al Dalai Lama).
 
El gobierno chino puede haber encontrado un nuevo enemigo en el Lhakar. Pero al declarar al Lhakar su enemigo, China se ha centrado en un concepto, un nombre abstracto, que no tiene las armas para destruir. La esencia del Lhakar no está en la chuba que uno usa, sino en la intención con la que se la lleva. El Lhakar verdadero es un movimiento de la mente, y por lo tanto invisible e intocable para cualquier número de tropas, tanques y balas. La campaña de mano dura de China sobre las personas que hablan tibetano, usan cierta ropa o se vuelven vegetarianas es un reflejo de su caída de la confianza y la creciente inseguridad y tendrá un efecto contraproducente sobre el régimen y acabará reforzando el Lhakar en el largo plazo.
 
Una amenaza más grave para el Lhakar, irónicamente, podría venir de adentro, de la mala interpretación del concepto estratégico de la no violencia. No debemos pensar que solo vestir una chuba o hablar tibetano puro cumple nuestra cuota personal de activismo del Lhakar, o que no vestirla o hablar otro idioma de alguna manera lo viola. Una definición limitada prematura podría ahogar el Lhakar; una definición abierta e inclusiva dará al Lhakar espacio para crecer y madurar. Si hay mil maneras diferentes de observar el Lhakar, ¿cómo va a desafiar el gobierno chino a todas ellas?
 
Aquellos que tienen una pasión por la escritura podrían pasar al menos una hora a la semana para editar Wikipedia para asegurarse de que las entradas relacionadas con el Tíbet reflejan la verdad, los que tienen planes ilimitados de teléfonos podría asignar una hora  los miércoles para llamar a los consulados chinos y embajadas y hostigarlos sobre el tratamiento de su gobierno a los tibetanos, y los que están aprendiendo tibetano podrían leer sus noticias en tibetano por lo menos una vez a la semana, los radicados en Occidente podrían sintonizar  los servicios en idioma tibetano de Radio Free Asia, la Voz de América, o Voice of Tibet todos los miércoles, los adictos a las compras podrían dedicar un par de horas cada miércoles para persuadir a tiendas y minoristas para remplazar los productos  Made-in-China por productos Made-in-[su propio país de residencia], los estudiantes podrían dedicar todos los miércoles a la cobertura de sus campus con volantes para poner de relieve un aspecto de la injusticia que tiene lugar en el Tíbet… Estos son solo unos pocos entre los resultados de las acciones que las personas pueden tomar de acuerdo a sus habilidades, capacidades e intereses.
 
Los movimientos sociales se nutren por el refuerzo positivo y mueren por la autorregulación. En verdad, el Lhakar ha ganado su gran atractivo precisamente porque es  voluntario, flexible y de talla única para todo tipo de movimiento. Debemos permitir que cada persona contribuya al movimiento libremente, a su manera y según sus propias preferencias en lugar de obligarla a cumplir con ciertas normas y apariencias. El Lhakar necesita porristas, no policías.
 
Durante el movimiento de Derechos Civiles en Estados Unidos, muchos negros profesionales y ricos hombres de negocios estaban pidiendo a Martin Luther King Jr. frenar la campaña por la igualdad. "No hagan olas", le imploraron. "Si presionamos  demasiado, podríamos perder incluso lo poco que hemos ganado". (Afortunadamente para todos nosotros, el Movimiento de los Derechos Civiles continuó haciendo olas). En nuestro caso también, algunas personas tratarán de salvar una versión más suave del movimiento de las garras de China, promoviendo un Lhakar-suave. Ellos tratarán de perpetuar una versión suave, sin dientes del Lhakar insistiendo en que permanezca como un movimiento cultural, no político.
 
Pero tales argumentos se basan en una psicología de derrotismo que nos vuelve incapaces de imaginar el poder tibetano fuera de los parámetros chinos. En él se establece un activismo realizado en el miedo, y el miedo es la prisión más eficiente jamás construida por los opresores para los oprimidos. ¿Qué otro tipo de cárcel o centro de detención nos puede encarcelar incluso en el exilio?
 
Ahora es el momento de intensificar Lhakar amplificando su filosofía y multiplicando su práctica, no a un ritmo dictado por China, sino a uno establecido por  los tibetanos. Este no es el momento de dividir a los tibetanos en activistas vs. pacifistas, políticos vs. culturales,  religiosos vs. seculares. Hay que borrar las líneas entre lo cultural, lo político, lo social y lo económico, porque tal compartimentación no existe en la vida real, habitamos todos estos ámbitos al mismo tiempo.
 
No está lejos el día en que el gobierno chino vea a cada tibetano como activista y a cada acción como subversiva. Ahí es cuando sabremos que China ha perdido la batalla por el Tíbet.-

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