martes, 2 de abril de 2013

El Tabú Del Tíbet Lleva A Ciber Ataques Contra El Equipo De Una Película

 The Washington Post
Por Ellen Nakashima
28 de marzo de 2013

El problema comenzó incluso antes de que los directores de cine norteamericanos pusieran un pie en la región tibetana de China.
Un miembro de su equipo en India se dio cuenta que la pantalla de su laptop parpadeaba en forma intermitente, como si una mano invisible tomara una foto de la pantalla de su computadora. Su cursor se movía alrededor de su pantalla espontáneamente. A veces su laptop salía del sistema abruptamente.
Una vez que los realizadores llegaron a la región tibetana, su laptop fue hackeada, su sistema operativo se colgó y un sitio web relacionado en Los Ángeles se inundó de tanto tráfico que colapsó.
Bret Hartman/Para The Washington Post - Cineastas Christian Johnston, derecha, y Darren Mann, posan en Angel Valley Media, en Burbank, California. Johnston y Mann se hicieron pasar por vendedores de alfombras y viajaron a Tíbet en 2008 con el objetivo de documentar los abusos a los derechos humanos.
Bret Hartman/Para The Washington Post – Cineastas Christian Johnston, derecha, y Darren Mann, posan en Angel Valley Media, en Burbank, California. Johnston y Mann se hicieron pasar por vendedores de alfombras y viajaron a Tíbet en 2008 con el objetivo de documentar los abusos a los derechos humanos.
Los ataques cibernéticos sobre el equipo dirigido por los realizadores Christian Johnston y Darren Mann comenzaron cerca de cinco años atrás y continuaron por tanto tiempo que están dilatando la terminación del documental sobre el Tíbet, “Estado de Control”.
Los realizadores están convencidos que el gobierno chino está detrás de los ataques, pero la evidencia es circunstancial. El gobierno chino tiene una historia de hackeode las computadoras de los activistas por derechos humanos. Algunas de las intrusiones han sido rastreadas hasta computadoras de China. Beijing rutinariamente trata de aplastar el disenso en el Tíbet y mantener los reclamos de la región de minoría étnica fuera del alcance del mundo exterior.
Mientras la atención se centra en el robo de secretos comerciales de China, los expertos advierten que otra área que merece escrutinio es el uso de las autoridades chinas de las ciber-tácticas para suprimir la libertad de expresión. Ciber espías chinos han sido acusados ​​de piratería contra las computadoras de los activistas tibetanos y grupos de derechos humanos, así como las principales instituciones financieras de Estados Unidos, bufetes de abogados y organizaciones de noticias, incluyendo The Washington Post.
“El ejército chino está involucrado totalmente en la piratería de intimidación”, dijo Greg Walton, un investigador independiente de seguridad cibernética en India, que ha documentado la vigilancia de las redes de disidentes por los chinos. “Hay un cuerpo aceptado de pruebas que demuestran que el Ejército Popular de Liberación se dedica a esta actividad”.
La experiencia de los directores de cine de Estados Unidos y su equipo no constituye el tipo de ciber ataque a gran escala que motiva titulares o audiencias del Congreso. Pero ilustra la persistencia del ciber-acoso.
Johnston, de 39 años, dijo que estaba preocupado por la interrupción de la película. “La parte más preocupante”, dijo en una entrevista, “es ver la impunidad de China para controlar y ser intrusivo, no solo con nuestro propio pequeño proyecto de película, sino con activistas de derechos humanos en Estados Unidos,  y hasta con grandes medios de comunicación de Occidente”.
El gobierno chino rutinariamente niega que hackea computadoras. Dice que es una de las principales víctimas de los ataques cibernéticos, incluso de los Estados Unidos. Las acusaciones de que China consiente la piratería, no son “ni profesionales ni de acuerdo con los hechos” dijo un funcionario del Ministerio de Defensa a The Post.
El ciber-acoso al equipo de filmación se inició en 2008. Protestas espontáneas en toda la región tibetana llevaron  a una represión por parte del gobierno chino y a un bloqueo informativo en el período previo a los Juegos Olímpicos de Beijing ese verano.
Mann y Johnston viajaron a Dharamsala, India, y Katmandú, Nepal, para hablar con las comunidades tibetanas en el exilio allí. En la India, su coordinadora de producción, Claire Barnhoorn, se dio cuenta de que su cuenta de Gmail era abruptamente cerrada a veces mientras ella estaba en el medio de escribir un e-mail. A continuación, la pantalla de su ordenador portátil comenzaba a parpadear.
“La gente estaba en control de mi computadora”, dijo Barnhoorn, quien estaba ayudando a organizar las entrevistas. “Fue una locura. Antes de conocer a Darren y Christian, nunca había tenido ninguna de estas cuestiones”.
Barnhoorn dijo que su teléfono celular hizo sonidos de chasquidos cuando estaba en una llamada y que podía oír voces chinas de fondo. El hostigamiento continuó después que regresó a Amsterdam en otoño de 2008.
Mann y Johnston son cineastas experimentados que han trabajado en zonas de conflicto como Afganistán y Ruanda. Ellos planean visitar la región tibetana de China, donde la gente adora al exilado Dalai Lama, a quien el gobierno de Beijing ve como una amenaza.
El gobierno ha tratado de mantener a los periodistas extranjeros fuera de la región, por temor a que la noticia de autoinmolaciones y protestas pudiera extenderse a otras partes del país. Así que los realizadores sabían que tenían que tener cuidado. Ellos borraron  contactos de sus teléfonos celulares antes de partir hacia la región; Johnston llevaba solo un computador portátil sin datos.
Poco después de llegar, Mann, de 45 años, descubrió que su sitio Web comercial se había colgado  bajo un aluvión de tráfico. Unos días más tarde, en una habitación de hotel en Rebkong, una prefectura autónoma tibetana de China, Johnston abrió su laptop y encontró la función inalámbrica Bluetooth activada, su computadora “compartida” por otro y el escritorio limpio. Las comunicaciones con el equipo de Los Angeles y Dharamsala también se perdieron.
Luego de 10 días de iniciado el viaje, el nivel de frustración alcanzó su punto máximo. La pareja había sido rastreada por todos lados, grabada en video por personal de seguridad. “Hace dos horas, mi sitio web y mi correo electrónico fueron completamente borrados y no existen”, dice Mann en el documental aún inédito después de haber sido rechazado en un puesto de control.
Las tácticas continuaron incluso después de su regreso a los Estados Unidos. Un productor dijo que su sitio web había sufrido la negación de servicio por un ataque que colgó el servidor. Él vio lo que le había sucedido a otras personas y, espantado por ello, renunció al trabajo.
En enero de 2010, una integrante de la película, una activista tibetana-estadounidense llamada Tenzin Seldon, se enteró de que había sido víctima de ciber espías chinos. Seldon, entonces una estudiante de la Universidad de Stanford, fue contactada por un oficial de seguridad de Google, quien le dijo que los piratas informáticos en China habían entrado en su cuenta de Gmail. Ese mes, Google anunció que sus sistemas habían sido hackeados y robado el código fuente y de que las cuentas de Gmail de activistas de derechos humanos habían sido violadas.
“Siempre he operado bajo el supuesto de que estaba siendo vigilada”, dijo Seldon, de 23 años, ahora académica de Rodhes en Inglaterra, y quien tiene familiares y amigos en el Tíbet. “Yo siempre estoy con miedo de ponerlos en peligro si me comunico con ellos vía e-mail o cualquier tipo de comunicación. Esa es una lucha constante”.
Los incidentes se acumulaban. Un editor de cine de Los Ángeles recibió una alerta de Google de que a su cuenta de correo electrónico se había “accedido recientemente desde China.” Una productora en Denver se dio cuenta que faltaban archivos del proyecto de su laptop. Mientras ella buscaba copias de seguridad de los archivos que quedaban en su disco duro, su computadora portátil se congeló y no pudo reiniciarla. Un técnico analizó sus registros del router de su red inalámbrica y encontró que muchos de los protocolos de Internet que dirigen su ordenador portátil se comunicaban con los que estaban en China.
“No hay ninguna razón para que su máquina hable con China”, dijo Ralph Echemendia, un experto en seguridad cibernética que ayuda a los estudios de cine.
Hace unas semanas, Johnston consultó su archivo de correo electrónico y encontró que una serie de comunicaciones por correo electrónico con su equipo, desde julio hasta setiembre de 2008, habían desaparecido.
Los persistentes e invasivos ataques contra el equipo equivalieron  a “una campaña psicológica bastante preocupante”, dijo Dmitri Alperovitch, director de tecnología de CrowdStrike, una empresa de seguridad que ha examinado las computadoras del grupo.
Los contratiempos retrasaron el documental, pero Mann y Johnston dicen que están decididos a terminar y estrenar la película

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