sábado, 28 de julio de 2012

Mientras China Aprieta A Nepal, La Ruta De Escape Tibetana Se Estrecha

Por Niharika Mandhana
TIME World
Dharamsala, 17 de Julio de 2012
Los tibetanos que buscan huir del dominio chino están encontrando su tradicional vía de escape –a través de la nación Himalaya de Nepal- mucho más tensa y difícil que antes

Mientras el bus trepaba hacia este tranquilo pueblo en las laderas de las montañas de los Himalayas, Tsultrim Lhamo se sintió finalmente libre. Para la tibetana de 20 años que huía  de su patria bajo el dominio chino,  su arribo a la ciudad adoptiva del Dalai Lama en India, marcó el final de un peligroso viaje y, ella esperaba, el comienzo de una nueva vida. 

La creciente represión de China sobre las libertades religiosas -desde el encarcelamiento de tibetanos que poseen retratos de su líder espiritual al control con puño de hierro de los monasterios por las fuerzas armadas chinas-  había hecho la vida demasiado difícil para quedarse atrás, dice ella. Como otros antes que ella, le pagó a un guía nepalés para que la condujera a través del terreno montañoso que conecta el oeste de China con su vecino, Nepal. Con la ayuda del UNHCR (Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas), la agencia de la ONU para los refugiados, ella se aseguró el pasaje de Katmandú a la India. Fue un viaje agotador que abarcó 4 meses y 3 países. Ella viajó a pie, se cobijó en árboles y esquivó las patrullas chinas y nepalesas. Sin embargo, se considera afortunada. “Mucha gente está desesperada por dejar el Tíbet” dice. “Pero se ha vuelto casi imposible ahora”. 

Desde que el Dalai Lama huyó en 1959, Nepal ha jugado un papel fundamental para la comunidad de exilados tibetanos, proporcionando un refugio seguro y un pasaje a la India. Pero en los últimos años, la hospitalidad de Nepal ha menguado, y la razón, muchos dicen, es la creciente influencia de China sobre la elite política del país. 

Desde 2008, cuando un levantamiento convulsionó a Lhasa antes de las Olimpiadas de Beijing y fue violentamente reprimido por las autoridades chinas, el número de tibetanos que hacen el viaje a la India ha caído en picada. Desde principios de los 90 hasta 2007, unos 2500 tibetanos estuvieron arribando a India cada año. En 2008, ese número cayó a menos de 600, y desde entonces ha rondado los 800 refugiados por año. Una razón clave, dicen los observadores, es que China ha estrechado significativamente la seguridad, no solo dentro de Tíbet sino también a lo largo de la frontera con Nepal, estrangulando las rutas cruciales de escape. 

Pero la estrategia de China por contener la lucha del Tíbet por mayor independencia no está restringida a los soldados y sabuesos en su propio suelo. Con un ojo puesto en frenar lo que llama “actividades anti China”, Beijing en los últimos años ha conseguido el apoyo de su pequeño pero estratégicamente importante vecino, Nepal, el que ha recibido un estimado de 20 mil refugiados tibetanos y sirve como un camino de tránsito crucial para aquellos que viajan a India. Según un cable confidencial de la embajada de Estados Unidos revelado por WikiLeaks en 2010 “Beijing le ha pedido a Katmandú que aumente las patrullas… y que haga más difícil para los tibetanos entrar a Nepal”. Otro cable dice que China “recompensa a (las fuerzas nepalesas) al  proporcionar incentivos a los oficiales que entregan a los tibetanos que intentan salir de China”. 

En efecto, “la gestión de frontera” y el “intercambio de información” han surgido como áreas clave de colaboración entre los dos estados, con algunos informes que afirman que la policía nepalesa recibe entrenamiento y equipamiento de los chinos. A principios de este año, periodistas de la CNN que filmaban en Nepal fueron interceptados por hombres de civil que hablaban en chino, quienes les impidieron usar sus cámaras antes de seguirlos cuando se adentraron en territorio nepalés. 

La creciente influencia de China en Nepal ha alarmado a los activistas y funcionarios tibetanos, quienes durante mucho tiempo han visto a Katmandú como un santuario y un aliado. Bajo un acuerdo informal hecho en 1989 entre los nepaleses y la agencia para refugiados de la ONU, Nepal prometió permitir a los tibetanos que huían pasar en forma segura a la India. Ahora, dicen los tibetanos, que la confianza está erosionada. “Nepal es solícito a cada demanda hecha por China” dice Thinley Gyatso, un secretario del Departamento de Finanzas del gobierno tibetano en el exilio, que pasó muchos años viviendo en la nación del Himalaya. Aunque todavía hay pocos casos documentados de refugiados tibetanos siendo repatriados por Nepal –entre ellos un caso en 2010 en el cual 3 tibetanos fueron forzados a retornar a China- la información sobre las relaciones entre las fuerzas de seguridad cerca de la frontera permanece escasa. Un reciente relato en el New Yorker dice que la policía nepalesa ha estado  “arrestando a los tibetanos bien dentro de Nepal, robándoles y retornándolos a Tíbet a punta de pistola, donde por lo general son  arrestados y no es raro que torturados por los chinos”. 

En devolución por su cooperación, Nepal, una nación empobrecida de 30 millones de personas, la que por años dependió en gran medida de la ayuda, el comercio y la inversión de India, ha encontrado un nuevo benefactor. En una visita a Katmandú en marzo del año pasado, el jefe del ejército de China, Chen Bingde prometió 20 millones de dólares en ayuda militar. Este año, en lo que Beijing ha llamado un “año de intercambios amistosos” entre China y Nepal, comenzó con una visita del premier Wen Jiabao, quien ofreció 119 millones de dólares en ayuda. China ha prometido también asistencia y tecnología para construir un “puerto seco” en Tatopani, cerca de la frontera con Tíbet, y en abril, un grupo parlamentario nepalés allanó el camino para que una compañía china construya una planta hidroeléctrica de 1.6 billones de dólares en el país del Himalaya. 

La incursión de China en Nepal parece ser un clásico ejemplo de la diplomacia de chequera tan pregonada del gigante de Asia, una estrategia que Beijing ha empleado en todo el globo para extender su influencia al abrir interminables tuberías de ayuda e inversión. Pero la presión diplomática de China en Nepal, durante los años recientes lleva esta táctica un paso más allá, dice Robert Barnett, director del programa de Estudios Modernos Tibetanos de la Universidad de Columbia. “En muchos aspectos, China ahora determina la política local y exterior de Nepal” dice. 

Ansioso por apaciguar a China, Nepal se distancia a sí mismo de los tibetanos refugiados, muchos de los cuales han vivido en Nepal por décadas. Según un informe de la Campaña Internacional pro el Tíbet que será publicado a fines de este mes, Beijing ha “buscado ilegitimar a la comunidad tibetana de Nepal”. Desde 2008, cuando los nepaleses cesaron de emitir certificados de identidad a los refugiados, muchos jóvenes tibetanos que han pasado sus vidas en Nepal se han convertido efectivamente en apátridas, incapaces de asistir a las escuelas o aplicar a trabajos, y son expuestos a la explotación o incluso a la deportación. En 2010, las autoridades nepalesas confiscaron cientos de urnas de votación durante las elecciones primarias ministeriales realizadas por la comunidad exilada del Tíbet, la que tiene su sede en Dharamsala, India. El año pasado, los tibetanos en Nepal que conmemoraron el 52º aniversario de la revuelta tibetana, fueron violentamente dispersados por la policía nepalesa; la policía reprimió a los manifestantes tibetanos también este año. 

La situación está exacerbada por el desprolijo panorama político de Nepal, donde la larga transición de una monarquía hindú a una secular, arrastra a una república democrática titubeante. El país sufrió una larga década de rebelión maoísta que terminó en 2006 cuando los maoístas acordaron unirse al proceso político. Pero desde entonces, el consenso político ha permanecido elusivo y el país todavía no tiene una constitución. El futuro de muchos tibetanos, se lamenta Gyatso, ahora depende de la estabilidad de Nepal. Para los cientos que quieren dejar el Tíbet y los miles que ya están en Nepal, este no es un pensamiento prometedor.

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