29 de junio de 2012
SARAH, India (AP)—Los gritos de más de una docena de monjes tibetanos hacen eco a través del pequeño salón de clase. Los dedos están apuntando. Las voces chocan. Cuando se hace un pun to importante, los hombres chocan sus manos y pisan fuerte el piso, sus hábitos ondeando a su alrededor.
Esta es la manera en que los estudiosos del budismo tibetano han cambiado ideas durante siglos. Entre ellos, el debate gritando es una disciplina y una alegría. Pero esto es algo diferente.
La teoría de la evolución se ha mencionado en voz alta. Un monje invoca el Principio de la Incertidumbre de Heisenberg. Otro grita sobre la naturaleza subatómica de los neutrinos.
En un complejo educativo situado a orillas de un pequeño río en un valle, en un lugar donde las laderas del Himalaya descienden hacia las planicies indias, un grupo de unos 65 monjes y monjas tibetanos están trabajando con científicos estadounidenses para unir su cultura ancestral al mundo moderno.
“Me gustaría volver a mi monasterio… pasar mi conocimiento a otros monjes, para que ellos puedan llevar el proceso (científico) a los demás” dijo Tenzin Choegyal, un monje de 29 años nacido en el exilio en India.
Si ese parece un objetivo modesto… refleja un inmenso cambio en la cultura tibetana, donde el cambio se ha dado a un ritmo glacial.
Aislado durante siglos en la cima de la alta meseta del Himalaya, y rechazando la entrada a casi todos los forasteros, el Tíbet siempre vio poco valor en la modernidad.
La educación estuvo casi completamente limitada a las escuelas monásticas. La magia y el misticismo fueron –y son- parte de la vida de mucha gente. Las nuevas tecnologías eran algo que se temía: los lentes fueron prohibidos hasta bien entrado el siglo XX.
Ya no más. Empujado por el Dalai Lama, un tenaz defensor de la escuela moderna, fueron creados en el exilio una serie de programas para enseñar educación científica a los monjes, el núcleo tradicional de la cultura tibetana.
A la vanguardia está un programa intensivo de verano, extendido durante cinco años, brindado por profesores de la Universidad Emory de Atlanta. Durante seis días a la semana, seis horas por día, los profesores enseñan de todo, desde matemáticas básicas hasta neurociencia avanzada.
“La religión budista tiene un concepto profundo de la mente que se remonta a miles de años atrás”, dijo Larry Young, un profesor de psiquiatría de Emory y eminente neurocientífico. “Ahora ellos están aprendiendo algo diferente acerca de la mente: la interfaz mente-cuerpo, como el cerebro controla el cuerpo”. Pero ¿por qué los tibetanos están ahora abrazando la modernidad?
Muchas de las raíces pueden ser rastreadas hasta 1959, cuando los soldados chinos invadieron el Tíbet en medio de un levantamiento abortado. El Dalai Lama y miles de sus seguidores huyeron a través de los Himalayas hacia India, creando una comunidad en el exilio que ahora suma un estimado de 150 mil personas alrededor del mundo.
Beijing dice que Tíbet es una parte integral de China. Y mientras el Dalai Lama insiste que solo quiere autonomía para su patria, Beijing lo desacredita como un intento casi terrorista a distancia de arrebatar el control de China.
La cultura tibetana, mientras tanto, está en peligro cada vez más. Los chinos étnicos han, estimulados por los generosos subsidios del gobierno, ahora superan en gran medida a los tibetanos de Tíbet. La tradicional cultura pastoril tibetana está desapareciendo con la gente mudándose a las ciudades. Muchos jóvenes tibetanos ahora hablan un enredo de chino y tibetano.
El cambiante panorama cultural se ha roto en Tíbet, desencadenando violentos levantamientos cada década o más o menos. En la ola más reciente, unas tres docenas de personas se han prendido fuego durante el pasado año en las áreas tibetanas de China, protestando por las políticas de Beijing.
En medio de tal tumulto, el Dalai Lama – un hombre criado para vivir en majestuoso aislamiento como una casi deidad- ha pasado, en cambio, gran parte de su vida buscando modos para que los tibetanos puedan mantener sus tradiciones, incluso mientras ellos encuentran su camino en el mundo moderno.
Él ha estimulado la escolaridad moderna para niños exilados, y un sistema democrático para elegir al líder político tibetano (él renunció a sus poderes políticos en 2011). Hay programas de trabajo para el gran número de jóvenes desempleados.
Y para unas pocas docenas de monjes y monjas, está la ciencia.
El primer grupo del programa de Emory -26 monjes y 2 monjas- ha finalizado ya sus cinco años de clases de verano. Aunque no han ganado títulos, se espera que ayuden a introducir un plan de estudios de ciencia en las academias monásticas, y llevarán con ellos libros de texto de ciencia en idioma tibetano que el programa ha desarrollado.
El Dalai Lama se da cuenta que “la preservación de la cultura ocurrirá a través del cambio” dijo Carol Worthman, un profesor de antropología en el Laboratorio de Biología Humana Comparativa de Emory. “Tú tienes que cambiar para permanecer en el lugar”.
Pero el cambio es algo complicado. Particularmente con una cultura como esta. Los monjes y las monjas del programa de Emory son “los mejores y los más brillantes”, dijo Worthman, traídos al complejo de Sarah desde monasterios y conventos de toda India y Nepal. Mientras la mayoría están entre sus 20 y 30 años, algunos son de más edad y obtuvieron hace mucho tiempo sus altos grados en filosofía budista.
Sin embargo, pocos aprendieron algo más que matemáticas básicas antes del programa de Emory. Por la forma en la que ellos estudian –centrándose en debates y en la memorización de largos pasajes escritos, pero haciendo relativamente poca escritura- pocos son capaces de tomar notas durante las clases en el aula. Muchos fueron criados para ver la magia como una parte integral del mundo a su alrededor.
Observarlos en clase, sin embargo es asombroso.
Ninguno bosteza. Ninguno dormita. Ya que ninguno toma notas, sería fácil pensar que ellos no están prestando atención.
Pero entonces un monje o una monja en hábitos rojos, plantea una pregunta sobre la química del cerebro, o biología celular, o lógica, que puede dejar atónitos a sus maestros.
Aunque la mayoría solo estudió materias religiosas después del 8º grado, ellos regularmente recorren conceptos de alta complejidad: “Ellos realmente entienden como trabajan los neurocircuitos a un nivel que es comparable a lo que vemos en un estudiante universitario avanzado en los Estados Unidos”, dijo el neurocientífico Young.
Para la mayoría de los monásticos, sin embargo, los desafíos no son de rigor académico. Ellos no ven nada asombroso en su capacidad para procesar gran cantidad de información sin tomar notas, o para permanecer atentos por horas hasta el fin. Así es como ellos han sido entrenados.
Para ellos, los desafíos yacen en entrelazar la ciencia moderna con sus creencias tradicionales.
El programa de ciencia “fue como una especie de choque cultural para mí”, dijo Choegyal, quien reside en un monasterio en el sur de India. Mientras el budismo tibetano da un alto valor al escepticismo, las conclusiones son alcanzadas a través del análisis filosófico, no a través de investigaciones clínicas y páginas y páginas de datos científicos.
Por eso fue difícil, al principio, para muchos estudiantes. Y las preguntas oscilaban entre la ciencia y la filosofía: ¿Son las baterías seres sintientes? ¿Cómo sabe la ciencia que la química del cerebro afecta las emociones? ¿Son las creencias tibetanas en el misticismo probables a través de la ciencia?
A veces, el programa puede parecer incongruente, dada la extendida creencia en la magia. Tales creencias llegan bien hasta lo alto: el Dalai Lama todavía consulta el oráculo oficial del Estado, un monje que adivina el futuro desde el complejo de un templo, no lejos de aquí.
Pero después de cinco años, Choegyal dice que ha manejado mantener sus creencias básicas mientras ahonda profundamente en la ciencia.
“El budismo básicamente habla sobre la verdad, o la realidad, y la ciencia realmente apoya esto” dijo.
Las preguntas que la ciencia no puede tratar como la creencia en la reencarnación, él las deja a un lado como “temas muy sutiles”.
En cambio, él en su mayor parte encuentra ecos a través de las dos culturas. Él apunta al karma, la antigua creencia budista en un ciclo de causa y efecto, y en como juega en la reencarnación. Entonces apunta a las similitudes con la teoría de la evolución.
“Todo evoluciona, o cambia”, dice, ya en la evolución o en la reencarnación. “Entonces es bastante similar, excepto algún tipo de razonamiento”.-
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