IMPORTANCIA GEOPOLÍTICA DE TIBET
Tibet.netPor Thubten Samphel*
Entre los académicos y los pensadores estratégicos de Asia y otras partes,
hay un nuevo reconocimiento de la enorme importancia geopolítica y
medioambiental del Tíbet para el continente que es hogar de casi la mitad de la
población de la Tierra. Este reconocimiento es entendido por el impresionante
crecimiento económico de China durante más de los últimos treinta años. No es
accidental que el dinámico crecimiento económico de China coincidiera con el
descubrimiento del Tíbet por parte de Beijing, como una vasta y -hasta ahora sin
explotar- fuente de minerales, agua y energía. La nueva apreciación de la
importancia de la meseta tibetana también se origina en el descubrimiento de los
científicos chinos de que la meseta es el “Tercer Polo” del mundo y la “Torre de
Agua de Asia”. Además, los geólogos chinos han identificado más de 130 minerales
en Tíbet “con significativas reservas de depósitos mundiales de uranio, cromita,
boro, litio, bórax y hierro”
Lo que hace China con los recursos minerales del Tíbet es su problema,
mientras lo haga de modo responsable y sostenible, aunque hay muy poca evidencia
de esto. Ya, hay protestas callejeras en el Tíbet, donde los tibetanos se quejan
amargamente de las desenfrenadas actividades mineras que contaminan las aguas de
los ríos, lo que daña la salud de humanos y animales. Sin embargo, lo que hace
China con las aguas de los 10 sistemas fluviales que se originan en el Tíbet y
que sostienen la vida de cerca del 47% de la población total del mundo, es otro
problema. De un problema limitado a la gente del Tíbet solamente se convierte en
un problema panasiático.
¿Cuáles son las verdaderas intenciones de China de represar y desviar los
ríos desde el sur hacia el norte y las probables consecuencias de tales acciones
para las naciones río abajo? “Las ansiedades sobre las intenciones de China se
inflamaron en 2005 con la publicación provocativamente titulada Las Aguas del
Tíbet Salvarán a China. Aunque no fue una declaración política oficial, fue
escrita por un ex funcionario del Ejército Popular de Liberación, Li Ling, y su
amplia circulación le dio suficiente estatura a los ojos de India para merecer
un cuidadoso escrutinio. El entusiasmo de Ling por desviar los ríos del Tíbet,
incluyendo el Brahmaputra, al norte de China para aliviar la aguda crisis del
agua, se ajustó a los hechos como para hacer sonar las campanas de alarma”.
La construcción de represas en los ríos y los esquemas propuestos de desvío
de ríos en el Tíbet llegaron a raíz de la amenaza en ciernes de la crisis de
agua en Asia. Los expertos dicen que está planteado que el agua supere al
petróleo en materia de escasez mundial de un recurso vital. Los planes de China
para los diferentes usos de las aguas de los ríos originados en Tíbet están
intensificando el caluroso debate sobre las posibles consecuencias para las
naciones río abajo. Ya se habla de guerras por el agua. “La protección de los
recursos de agua demanda que no se retire ninguna parte o se desvíe agua en tal
modo que pueda afectar los ecosistemas… Aunque el compartir el agua dentro de
los estados se ha convertido en moneda corriente en varios países de Asia –desde
India y Pakistán hasta el sudeste asiático y China- el conflicto potencial entre
países, por compartir los recursos hídricos debería ser de mayor preocupación”.
En el centro de todas estas discusiones está el Tíbet. La importancia
medioambiental del Tíbet como el hacedor de los monzones de Asia y como el
retenedor de la mayor concentración de glaciares fuera de los dos Polos, que
alimenta las aguas que dan vida a los sistemas fluviales de los 10 mayores ríos
que mantienen a millones río abajo, son descubrimientos recientes. Sin embargo,
la importancia geopolítica del Tíbet fue puesta de relieve durante los días del
Rajá británico. Su importancia geopolítica está basada en su masa y peso, y la
razón de porqué China está en Tíbet en primer lugar. El Tíbet es la meseta más
alta y grande del mundo, cubriendo un área de 2.5 millones de kilómetros
cuadrados, con una altura promedio de más de 4000 metros por encima del nivel
del mar. La meseta serpentea, ruge y se extiende a través de 2400 kilómetros de
este a oeste y por 1448 kms de norte a sur. Su borde meridional entero está
flanqueado por los Himalayas, la cadena montañosa más grande del mundo.
En cualquier época, incluso en nuestra era nuclear, tal masa de tierra
constituye un formidable tapón o barrera para cualquier potencia operando más
allá del Tíbet. Aunque el Tíbet mismo no planteó ninguna amenaza existencial
para China, hubo períodos en la historia en que los tibetanos salieron de la
meseta tibetana y arrebataron prósperos oasis como Khotan, Kucha y Karashar en
Turkestan de (la dinastía Tang) de China alrededor del año 666. “El imperio
tibetano dominó la ruta sur del camino de la seda y la mayor parte del corredor
de Gansu, incluyendo Khotan, Lob-Nor y Dunhuang, por más de 50 años desde fines
del siglo 8 hasta mediados del 9”. En el 763, las tropas tibetanas capturaron la
capital imperial china, Ch´ang-an (Xian de la actual China) y pusieron un nuevo
emperador en el trono.
Este período de actividades militares tibetanas fuera de la meseta, sostenido
por una serie de enérgicos reyes, duró a lo máximo 300 años. El último gran rey
de la era imperial del Tíbet fue Tri Relpachen, quien, mientras concluía un
tratado de paz con China (821-22) aseguró que el budismo hiciera su mayor
penetración en su dominio durante su reino. Después de Tri Repalchen, el
imperio tibetano colapsó y Tíbet se desintegró en pequeños reinos que peleaban
constantemente entre sí. Mientras tanto, la exitosa incorporación del budismo al
Tíbet, como uno de los valores centrales del pueblo tibetano, atemperó los
instintos marciales de los tibetanos, con el quietismo del budismo y la forma de
vida contemplativa. Desde entonces el Tíbet por sí mismo no representó una
amenaza para China.
Todo esto cambió con la toma de poder del subcontinente indio por parte del
colonialismo británico. Este hecho hizo percatar a China de la importancia
geopolítica del Tíbet. El dominio occidental del mundo entonces arrojó dos
imperios compitiendo por esferas de influencia. El Gran Juego, o el Torneo de
las Sombras, fue una rivalidad estratégica entre los imperios británico y ruso,
por el dominio de Asia Central. “Desde la perspectiva británica, la expansión
del imperio ruso en Asia Central amenazó destruir la “joya de la corona” del
imperio británico, India. Los británicos temieron que Afghanistán se convirtiese
en un puesto de parada para una invasión rusa de la India”.
Hacia 1890, los estados de Asia Central fueron convertidos uno después de
otro en vasallos de los rusos. “Con Asia Central en control del zar, el Gran
Juego entonces se desplazó hacia el este, a China, Mongolia y el Tíbet. En
1904, los británicos invadieron Lhasa, un ataque preventivo contra las intrigas
rusas y las reuniones secretas entre el enviado del 13er Dalai Lama y el zar
Nicolás II”. El 13er Dalai Lama huyó a Mongolia y China.
El ejército invasor ingles no encontró evidencia de alguna influencia rusa en
Tíbet. Sin embargo, el gran impacto de la invasión de los británicos a Tíbet, se
sintió en la China manchú. A través de su historia, China enfrentó amenazas de
los merodeadores nómades de las vastas y abiertas praderas de Mongolia y
Manchuria, quienes usurparon el trono de la China imperial y establecieron sus
propias dinastías. En el siglo 19, China enfrentó una nueva amenaza de más allá
del océano, en la forma de potencias coloniales occidentales, las que se unieron
al rápido crecimiento de Japón, exigiendo un comercio humillante y concesiones
territoriales de un imperio manchú incapacitado. En vista de las constantes
amenazas a China desde las praderas de Mongolia y ahora esa nueva amenaza de más
allá de los océanos, China continuó mirando a Tíbet como un país tapón y su
“seguro patio trasero”. La brecha abierta por los británicos desengañó a la
China manchú de esta noción.
Con la brecha en el país tapón, la debilitada China manchú se convenció que
Gran Bretaña podría montar una invasión a China a través del Tíbet. La única
manera de prevenir esto era tomando el control del Tíbet. Como escribió un
oficial manchú “El Tíbet es el contrafuerte de nuestras fronteras nacionales, la
mano, por así decirlo, que protege la cara”.
El hombre seleccionado para invadir el Tíbet fue el general Zhao Erfeng,
quien ocupó el Tíbet Oriental en 1906 y marchó sobre Lhasa en 1910, “solo para
encontrar que el Dalai Lama había huido, esta vez a la India, junto con sus
ministros más importantes”.
La invasión de la China manchú al Tíbet acarreó el colapso del principio
clave de la diplomacia de Asia Central. La relación sacerdote-benefactor, que el
Tíbet desarrolló con los mongoles y los manchúes, quienes tanto unos como otros
abrazaban el budismo, estuvo basada en que los monjes de Tíbet proveían el
ministerio espiritual al emperador, quien a su vez proporcionaba protección y
seguridad a la esfera de su sacerdote. Esta forma de diplomacia, o lo que este
escritor llama “tiblomacy”, nunca anticipó la posibilidad de que el protector un
día pudiese volverse contra su protegido.
Cuando esto ocurrió, el Tíbet se volvió hacia la India británica por
protección. “Aunque los británicos había precipitado el problema, ellos
continuaban mirando hacia otra parte, hasta que la Revolución china de 1911
permitió a los tibetanos deshacerse de una vez por todas de la conexión no
querida con los manchúes”.
Cuando las noticias de la revolución de octubre de 1911 liderada por Sun
Yat-sen llegaron a Lhasa, el destacamento manchú de la capital tibetana, se
amotinó. El gobierno tibetano expulsó a las tropas a China, a través de la
India. El 13er Dalai Lama retornó a Lhasa en enero de 1913. Él emitió un decreto
para todo Tíbet, que vino a ser considerado por el pueblo tibetano como una
declaración formal de independencia tibetana.
Entretanto la revolución china de 1911 que comenzó con muchas promesas,
descendió a una guerra de señores y a una desgastante guerra civil que promovió
la invasión y la ocupación japonesa. La guerra civil terminó en 1949 cuando Mao
Zedong y sus camaradas comunistas en armas expulsaron a las nacionalistas chinos
a la isla de Taiwán. Mao Zedong prometió “liberar” al Tíbet y a la isla de
Hainan pronto.
Antes de invadir el Tíbet, Mao Zedong quiso un seguro. Consultó a Stalin. He
aquí lo esencial de la conversación entre los dos dictadores como se relata en
Mao: La historia desconocida.
Cuando vio a Stalin el 23 de enero de 1950, le preguntó si la fuerza aérea
soviética podría transportar suministros a las tropas chinas, en ese momento
preparándose para un ataque sobre el Tíbet. La respuesta de Stalin fue: “Es
bueno que usted se esté preparando para atacar. Los tibetanos necesitan ser
sometidos. ..” Stalin también aconsejó inundar el Tíbet y otras regiones
fronterizas con chinos Han: “ya que los chinos étnicos no constituyen más del 5%
de la población de Xinjiang, el porcentaje de chinos étnicos debería ser llevado
a 30… de hecho, todos los territorios fronterizos deberían ser poblados por
chinos…” Esto es exactamente lo que el régimen comunista chino procedió a hacer.
La toma de la meseta tibetana en su totalidad por el nuevo imperio comunista
chino, dio a China una profundidad estratégica extraordinaria para atraer
potenciales intrusos y repelerlos y un alcance militar enorme en operaciones
ofensivas sobre múltiples frentes. “Tíbet fue vital para los cálculos
estratégicos chinos, por la simple razón que los Himalayas presentaron por
lejos, la mejor ventaja para las necesidades defensivas u ofensivas de China”.
Complementando esta ventaja había otro factor. A pesar de su vastedad
espacial, debido a su población escasa atrapada en el atraso material, Tíbet no
era un mercado significativo. Sin embargo, Tíbet era espiritual y culturalmente
potente, el centro de una cultura distinta, un imán para las mejores mentes de
la civilización budista tibetana, “extendiéndose desde Ladahk en el oeste a los
límites de las provincias chinas de Sichuan y Yunnan en el este, desde los
Himalayas en el sur a las baldías estepas mongolas en el norte del Tíbet…”
Con la invasión y ocupación china del Tíbet, el mundo perdió un inmenso
territorio de enorme importancia estratégica y medioambiental y una ancestral y
rica cultura de vital relevancia en cómo los humanos deberían conducir sus
vidas. La pregunta no es cómo se perdió el Tíbet sino cómo el mundo dejó que
esto sucediera. “La civilización del pueblo tibetano está desapareciendo ante
nuestros propios ojos, y aparte de algunas pocas moderadas protestas aquí y
allá, el resto del mundo deja que esto pase sin protestar y sin remordimiento.”
La apatía del mundo es explicada mejor por Tsering Shakya:
Había un consenso general de que no había nada que la ONU pudiera hacer para
ayudar al Tíbet. Los estadounidenses esperaban que un debate pudiera servir como
propaganda anticomunista, pero ellos no estaban preparados para tomar acción
alguna para ponerlo en la agenda. Tanto Gran Bretaña como la India compartieron
la opinión que cualquier resolución de la ONU debería estar limitada a una
declaración llamando a ambos lados a acordar sus diferencias mediante medios
pacíficos porque “una resolución más fuerte (p.ej.: llamando a China a retirar
sus fuerzas de Tíbet y restaurar el statu quo) sería simplemente ignorada por
China” y por lo tanto “la ONU perdería prestigio”.
La indiferencia del mundo a la situación límite tibetana selló el destino del
Tíbet. La pérdida del Tíbet es obviamente una pérdida para el pueblo tibetano.
Pero con una nueva compresión del papel jugado por Tíbet, tanto como formador de
los patrones de los monzones asiáticos o fuente de agua para la mayor parte de
Asia o tierra de reservas minerales significativas, la pérdida del pueblo
tibetano es también una pérdida para Asia. Con la posibilidad de que China pueda
cerrar el grifo del Tíbet, dejando a la mayor parte de Asia seca, la gente de
Asia no puede continuar adoptando la actitud de que Tíbet es el problema del
pueblo tibetano y no un desafío para Asia entera.
La construcción de presas en el curso regular de los ríos, los serios planes
para desviar las aguas fluviales del sur al norte, el aumento de la extracción
precaria de minerales cerca de las orillas de los ríos y el potencial de una
masiva polución de las aguas de los ríos que fluyen al resto de Asia, hacen a
Tíbet un tema de presión que toda Asia debe asumir con China. Convencer a China
para que vea la sabiduría de permitir a los tibetanos un ejercicio de verdadera
autonomía, es también asegurar que Asia en su conjunto continúe prosperando.
Brahma Chellaney, un destacado pensador y analista indio, sucintamente avanza en
este argumento: “el tema del Tíbet ha sido planteado más que a menudo en la
literatura internacional en términos políticos o culturales, con el gobierno
chino y los tibetanos étnicos suponiendo ser los principales jugadores. Pero la
cuestión del Tíbet es mucho más grande y más esencial: es acerca del agua y la
seguridad climática y los intereses ecológicos de Asia. Es también acerca de los
recursos vitales. Fundamentalmente es acerca de asegurar el futuro de Asia”.
Sin embargo, para Asia hay una vía de salida para resolver sus problemas de
agua con China. En 2008 en Beijing, los dos enviados de Su Santidad el Dalai
Lama, Lodi Gyari y Kelsang Gyaltsen, entregaron al gobierno chino una copia del
Memorándum para Autonomía Genuina del Pueblo Tibetano.
Este memorándum
contiene el núcleo de la demanda del pueblo tibetano, que es verdadera autonomía
bajo una sola administración para todo el pueblo tibetano. Esta demanda, que
está dentro de la constitución de la República Popular de China, fue rechazada
por el gobierno chino.
El rechazo de la última propuesta tibetana por autonomía no debería llegar
como una sorpresa. Ninguna potencia que piense que tiene todas las cartas en la
mesa de negociación haría siquiera la mínima concesión. China es la segunda
economía más grande del mundo con un poderío militar acorde. Algunos académicos
predicen que pronto China podría desplazar a los Estados Unidos como potencia
mundial. Aunque sacudida por el actual escándalo de Bo Xilai y avergonzada por
el gran escape del disidente ciego y abogado, Chen Guangcheng, a la embajada
estadounidense en Beijing, no hay ningún incentivo convincente para China, de
hacer alguna concesión a un grupo descontento de personas que habitan la vasta
periferia imperial de China.
Sin embargo, lo que debería venir como una sorpresa es que estas
conversaciones fueran mantenidas pese a todo. Los contactos de los exilados con
Beijing desde 1979 a 1993 y desde 2002 a 2010 hacen una fascinante lectura.
Nunca en la larga y distinguida historia de China se ha permitido a los
representantes de un grupo de “bárbaros” sentarse en la capital imperial para
demandar por sus justos derechos. Si las conversaciones tuvieron lugar es porque
China quiere algo de los tibetanos que China no tiene: legitimidad. Depende del
pueblo tibetano el dar o retirar a Beijing “el mandato del cielo” para gobernar
Tíbet. Mientras sus razonables demandas no sean satisfactoriamente tratadas por
China, el pueblo tibetano rechazará dar a Beijing, legitimidad a su presencia en
Tíbet. La última evidencia de esto son las más de 51 terribles muertes, que
envolvieron al este del Tíbet, repitieron y repitieron llamados por la libertad
del Tíbet. Mientras China no tenga esta legitimidad, querrá hablar con los
tibetanos.
Otro factor que refuerza el caso de Asia presionando colectivamente a China
para tratar los reclamos del pueblo tibetano, es el espiritual. Tíbet y gran
parte de Asia tienen al budismo en común, como uno de los núcleos de su sistema
de valores. Devolver al pueblo tibetano su tradicional papel de guardia
responsable de la ecológicamente frágil meseta, que ellos han manejado para
hacerla sustentable por miles de años, va en el mejor interés de Asia. Cuando
sea restituido a su papel tradicional de guardián de la meseta tibetana, el
pueblo tibetano basará el manejo de la meseta sobre principios budistas. Los
tibetanos cuidarán la meseta tibetana como “una zona de paz, basada en los
principios de la no-violencia, compasión y protección del ambiente natural,
derivado de la inspiración de los principios budistas de compasión, justicia e
igualdad… el futuro del Tíbet se esforzará por el balance y la armonía, ambos un
equilibrio entre los humanos y entre los humanos y el ambiente, comprendiendo el
hecho de que todo está interconectado… esta visión incorpora una actitud de
compartir, armonía y cooperación entre las personas”.
Toda Asia habla a China en nombre del Tíbet de acuerdo con el mejor
pensamiento que prevalece en China hoy. Algunas de las destacadas luces de
China, entre ellos Liu Xiaobo, el encarcelado Premio Nobel chino; Fang Lizhi, el
difunto físico, considerado una de las Tres Voces de la Libertad en China y
muchos otros intelectuales públicos han venido en apoyo de la política del
camino medio articulada por el Dalai Lama. Dada la actual situación política
fluida de China en la que el primer ministro de la nación está pidiendo por la
absoluta necesidad de reforma política, estas voces de moderación y tolerancia
de una naciente sociedad civil de China moldearán la actitud de China hacia el
Tíbet. Que Asia demande a China poner en su lugar un mejor tratamiento del
pueblo tibetano dejándole manejar la meseta tibetana en modo sustentable y
eficaz, está en línea con el pensamiento de avanzada de China. Este acto también
equivale a que Asia demande que su grifo en Tíbet no sea cerrado.-
Thubten Samphel es el director del Instituto de Política de Tíbet, un comité
asesor de la Administración Central Tibetana. Este documento fue presentado en
la conferencia sobre Tíbet y Taiwán: Perspectivas y Desafíos del programa de
Altos Estudios Tibetanos de Sarah College
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