domingo, 15 de diciembre de 2013

Tensa nueva realidad en el Tíbet

Puestos de control con extintores, agentes de la policía armados con tenazas y espías disfrazados de monjes - Bienvenidos a la vida cotidiana en Lhasa.
The Atlantic

Por Anastasia Corel
13 de diciembre de 2013
Desde casi cualquier punto de Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tíbet de China, se puede ver al menos dos puestos de control policial.
En cada una, agentes de policía de pie, empuñando una pinza de metal diseñada para el manejo de las personas que están en llamas. Las pinzas se componen de una barra de unos dos metros de longitud, con un gancho grande o aro al final, y permite que los policías tomen los cuerpos de los manifestantes que se queman,  por la cintura o el cuello. Los dispositivos, que se asemejan a un instrumento quirúrgico de gran tamaño, tienen la intención de disuadir a los probables manifestantes, haciendo que estos puedan ser rápidamente sometidos y escondidos.
Camiones militares grandes pasan por las calles de Lhasa, en grupos de dos, a menudo acompañados por furgones policiales blindados que también sirven como celdas de detención. En una ciudad famosa por su exótico encanto de otro mundo, la presencia policial es discordante.
Desde que la República Popular  China estableció el control sobre el Tíbet en 1951, Beijing ha visto el territorio como un importante riesgo de seguridad debido a los periódicos disturbios étnicos. En 2008 - el mismo año en que los Juegos Olímpicos de Beijing sirvieron como un símbolo de la renovación china - un levantamiento en Lhasa dio lugar a una ofensiva que ha dejado a esta ciudad en un verdadero estado de ley marcial desde entonces.
Para los visitantes extranjeros, los viajes hacia y dentro de Tíbet están fuertemente restringidos. Llegar solo no está permitido, y los grupos de turistas pre aprobados deberán presentar pasaportes y permisos para entrar. En los puntos de entrada, el personal de seguridad –soldados uniformados y policías antidisturbios armados con armas y extintores – se ubican en alerta y miran fijamente a los visitantes con una intensidad inusual en otras partes de China.
En Lhasa, los turistas atrapados tomando una foto de un puesto de control policial son abordados y se les ordena borrarla inmediatamente. Incluso los visitantes en viajes organizados atraen el escrutinio: En el monasterio de Ganden a las afueras de la ciudad , la policía informó a los otros por walkie- talkies sobre las posiciones de nuestro grupo, sin darse cuenta de que podíamos hablar chino. Cámaras de vídeo de circuito cerrado de alta tecnología, con dispositivos de alcance de 360 ​​grados, montadas sobre vigas horizontales que se asemejan a los focos de las calles,  cubren Lhasa. Estas, al menos, son una mejora con respecto a lo que solía estar allí: francotiradores.
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El gobierno chino afirma que el Tíbet ha sido una parte integral de China desde que la dinastía Yuan invadió el territorio en el siglo 13. Durante gran parte de los siglos siguientes, el Tíbet, aunque recibido en Beijing como parte de los sucesivos imperios chinos, no estaba sujeto a las mismas leyes. Después que la dinastía Qing cayó en 1911, el Tíbet estableció relaciones diplomáticas con otros países, y se separó en gran parte de la agitación dentro de China hasta que los comunistas llegaron en 1951.
En 1959, después de un fallido levantamiento, el Dalai Lama huyó a  través de la frontera con la India, desde donde ha llevado al gobierno tibetano en el exilio desde entonces. Con los años, mientras se convertía en un icono internacional, el Dalai Lama ha moderado sus demandas políticas: ya no quiere la independencia del Tíbet, sino simplemente una mayor autonomía. Sin embargo, los medios de comunicación chinos todavía le atacan como un "lobo con piel de cordero ", un separatista indigno de la adulación tibetana. Las imágenes del Dalai Lama han sido prohibidas en la región desde 1996.
La creencia convencional china sobre el Tíbet es que el Partido Comunista liberó a los tibetanos de un gobierno opresor y feudal bajo la Lamas,  y que a través del desarrollo, ha mejorado su bienestar material, proporcionándole oportunidades en el mundo moderno. Las inversiones de Beijing en el territorio son sustanciales: en 2011, China anunció un plan de cinco años que incluye usd 21,4 mil millones en proyectos de infraestructura, tales como carreteras, ferrocarriles y energía hidroeléctrica . Los tibetanos sostienen que estas mejoras han llegado con un gran costo para su cultura y forma de vida, y que la migración de colonos chinos Han atraídos por los incentivos gubernamentales, está convirtiendo a la Lhasa  tradicional, en una ciudad china ordinaria.
La importancia estratégica de Tíbet para China es muy grande. El territorio es la fuente de las vías fluviales más importantes de Asia, entre ellos los ríos Yangtzé,  Amarillo y Mekong,  que irrigan la fértil llanura central de China y la mayor parte del sudeste de Asia. También sirve como un Estado tapón entre el país y un rival emergente, la India. Beijing considera que cualquier compromiso con los tibetanos alentaría movimientos separatistas en otros lugares, sobre todo entre la población uigur en la región extrema occidental china de Xinjiang. Es esencial para la seguridad nacional de China que los tibetanos lleguen, finalmente, a considerarse a sí mismos como chinos.
Mientras tanto, la desesperación entre los tibetanos ha crecido cada vez más. Durante los últimos dos años, las tensiones han llevado a un aumento en las autoinmolaciones, lo que resulta en más de 120 muertes, y la posibilidad de que las personas puedan prenderse fuego explica la tensa presencia de la policía en Lhasa. En la Plaza de Jokhang, el centro físico de la antigua Lhasa y un lugar sagrado de peregrinación budista, los soldados llevan extintores en vez de armas. En las estaciones de servicio, todo el mundo debe registrarse y reportar con exactitud la cantidad de gasolina que llevan, y para qué destinos. El gobierno monitorea la entrega, después de todo, puede ser un posible preludio a la autoinmolación.
Los lugares religiosos ofrecen poco alivio. En los pasillos oscuros, el incienso llena las salas de los monasterios, la policía militar en overoles anaranjados resistentes al fuego se recuestan a las paredes, mientras los monjes recitan las oraciones. Los monjes en sí no son enteramente fiables,  el gobierno chino ha plantado espías disfrazados de monjes en los monasterios tibetanos importantes, mientras que otros cooperan con la policía.
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Pero el aspecto dominante de la vida en Lhasa siguen siendo los puestos de control. Algunos consisten en una mesa plegable con dos guardias de seguridad, apretados entre tiendas en una calle llena de gente. Otros son grandes edificios prefabricados que albergan  equipos de la policía china y están equipados con material antidisturbios incluidos cascos, escudos y mantas ignífugas. Los puestos de control en las carreteras principales de Lhasa están rodeados por barreras de metal con puntas, protegiendo los edificios de los vehículos.
Saliendo de la ciudad en coche, los puntos de control aparecen en la carretera casi cada media hora. En una de estas paradas, nuestro conductor tibetano se encontró con un viejo amigo que inspeccionaba los documentos, un espectáculo poco común en un lugar donde las figuras de autoridad son casi en su totalidad chinas. Aun así, el inspector habló a sus compañeros tibetanos en mandarín. Nuestro guía nos explicó que el inspector había asistido a la universidad en China - su única oportunidad para un trabajo decente - y ahora actuaba como más chino. "Regresan con el cerebro lavado", dijo.
En julio de 2011, el ahora presidente Xi Jinping visitó Lhasa en su papel de vicepresidente entregando lámparas de energía solar con inscripciones que decían "Celebrando los 60 años de la liberación del Tíbet”. Las lámparas fueron un éxito en las zonas rurales del Tíbet, una región con acceso esporádico a la electricidad,  y rápidamente se hicieron conocidas, con sarcasmo, como  las "Xijinpings".
Este intercambio resume la postura de Beijing sobre el Tíbet: El Partido Comunista trabaja regularmente para mejorar el bienestar de sus habitantes más pobres. Sin embargo, ¿los propios tibetanos lo consideran así?
En la frontera China / Nepal, le pregunté a un amigo tibetano lo que él pensaba que sucedería a su tierra natal.
"Todo se irá pronto, desaparecerá. Creo que todos vamos a morir  y no hay nada que podamos hacer al respecto”.

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